Ellas son sin duda las verdaderas protagonistas en las montañas del Atlas. La dureza de la vida cotidiana nunca merma las sonrisas en sus caras ni las miradas cómplices que comparten con el resto de mujeres cuando realizan cualquiera de sus actividades cotidianas. Ellas son el alma y sostén de la aldea, ya que se ocupan de prácticamente la totalidad de las tareas domésticas y extradomésticas del pueblo. Casadas desde muy jóvenes, y con un número importante de hijos a su cargo, realizan caminatas de varios kilómetros para recoger carbón que usan para cocinar y mantener sus casas calientes durante el invierno. Acuden también a trabajar los campos, fundamentalmente maizales, y cargan a sus espaldas pesadas ramas y mazorcas que llevan hasta sus casas para alimentar sus animales.

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Fatma transportando en su espalda el maíz para los animales domésticos. Fotografía de Sara Martín.

Ordeñar las vacas y elaborar productos básicos como el pan también entra en las tareas que deben realizar cada día. Entre risas acuden al horno de la vecina para calentar la masa que han preparado, y mientras aprovechan para compartir un almuerzo pequeño de queso artesanal y harina. La inexistente infraestructura del pueblo hace que las mujeres deban desplazarse hasta el río más cercano para lavar la ropa o para recoger agua para sus casas. La jornada laboral empieza y termina con el sol. A falta de un alumbrado en el pueblo y de la construcción de calles, una vez cae la luz las mujeres se reúnen en sus casas. Algunas comparten bailes y confidencias. Otras aprovechan para realizar las últimas tareas del hogar.

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Aisha prepara cada día el pan en el horno tradicional en Ait Moussa. Fotografía de Sara Martín.

En medio del frenetismo diario no parecen tener un segundo libre. Sin embargo, después del almuerzo las que pueden se juntan en casa de alguna familia que tenga televisión y lugar para los invitados a ver la telenovela de turno, que después comentan con las vecinas. Si bien desempeñan el grueso del trabajo que se realiza en la aldea, lo cierto es que aún falta mucho para que sean ellas mismas las que puedan tomar sus decisiones e influir en la vida pública del pueblo. Aun hoy ello es tarea en exclusiva reservada para los hombres.

Autora: Sara Martín